E CA, Espai d’art contemporani

EL CASTELL

Riba-Roja del Túria [Valencia]

23/10/2024 – 23/03/2025

Pintar rocas

 

Alexander von Humboldt (1769-1859) escribió sobre rocas y plantas. Su incesante curiosidad le llevó a “ir al encuentro de las cosas“, obsesionado, entre otros aspectos, por la formación de los volcanes. De manera similar, la geóloga estadounidense Florence Bascom (1862-1945),  que tuvo que estudiar ciencias naturales en las aulas detrás de una cortina, se dedicó a clasificar las estructuras de rocas volcánicas ácidas. Bascom, al igual que Humboldt, quería desentrañar los procesos de la corteza terrestre, especialmente en algunas regiones de Pensilvania.

 

Pero ¿por qué nos interesan las rocas, esos elementos inertes de la naturaleza que nos protegen en la intemperie y a las que hemos transformado en templos, hemos grabado símbolos o analizado sus estructuras clasificando sus componentes?

 

Según las taxonomías científicas, las rocas son: sedimentarias, ígneas y metamórficas. Las sedimentarias encapsulan el paso del tiempo. Dan muestras de especies botánicas y fauna extinguidas. También apresan objetos fabricados por la especie humana.

 

Tengo una profunda curiosidad por el uso histórico de las piedras y las historias que contienen. Un ejemplo de ello es Stonehenge, un monumento megalítico de 93 rocas dispuestas en círculos concéntricos que representa siglos de esfuerzo colectivo. Durante más de 1.500 años, extrajeron y transportaron enormes bloques, como las piedras sarsens del sur de Inglaterra y las bluestones de Gales. Pero me fascina que estudios recientes sugieren que la gran piedra central, la Altar Stone, podría provenir de Escocia, a 700 kilómetros de distancia, lo que añade una nueva dimensión a los vínculos entre antiguas comunidades. Para Roger Callois, son “materia inmóvil de la más larga quietud” y añade, “han estado siempre desde el comienzo del planeta”.

 

Hace más de 15 años que selecciono y guardo en mi estudio piedras encontradas en diversos lugares: canteras, montañas o litorales de playa. Este acto trivial de recolección me impulsa a explorar nuestra inclinación, que podríamos atrevernos a calificar como “homeostática”, de narrar historias. Siempre empieza de la misma forma: voy caminando y observo una roca que parece distinta. Esta piedra que ahora “es” singular, captura toda mi atención y observo detenidamente su forma conglomerada, la combinación acertada de los colores de sus materiales, lo que me incita a recorrer con los dedos el perímetro formal que ha dejado visible la erosión del paso del tiempo. También evaluó a conciencia su peso porque no suelo recoger sólo una roca. Cuando se activa la tentación de llevarla al estudio, puedo cargar con 20 rocas de diversos tamaños y formas. Camino con ellas hasta llegar al coche, a veces, las coloco dentro de la mochila o del carro de la compra, pero también necesito transpórtalas en la cesta corpórea que han tejido mis dos manos entrelazadas. A lo mejor, decidiré más adelante pintarla.

 

Listado de los modos de representación con los que suelo trabajar:

 

1. He utilizado el recurso del trampantojo para representar las colecciones científicas de minerales a partir de un gesto pictórico, rápido y preciso, teniendo en cuenta la interacción del color.

 

2. He tratado de representar su volumetría a través de la gradación de grises que nos habla de los procedimientos de la representación digital y la escala del tiempo.

 

3. Y la última estrategia utilizada se ha centrado en dibujar el perímetro literal de la roca para encerrar los gestos de lo humano y nuestra pulsión para crear patrones.

 

 

 

Pintar rocas

 

Alexander von Humboldt (1769-1859) escribió sobre rocas y plantas. Su incesante curiosidad le llevó a “ir al encuentro de las cosas“, obsesionado, entre otros aspectos, por la formación de los volcanes. De manera similar, la geóloga estadounidense Florence Bascom (1862-1945),  que tuvo que estudiar ciencias naturales en las aulas detrás de una cortina, se dedicó a clasificar las estructuras de rocas volcánicas ácidas. Bascom, al igual que Humboldt, quería desentrañar los procesos de la corteza terrestre, especialmente en algunas regiones de Pensilvania.

 

Pero ¿por qué nos interesan las rocas, esos elementos inertes de la naturaleza que nos protegen en la intemperie y a las que hemos transformado en templos, hemos grabado símbolos o analizado sus estructuras clasificando sus componentes?

 

Según las taxonomías científicas, las rocas son: sedimentarias, ígneas y metamórficas. Las sedimentarias encapsulan el paso del tiempo. Dan muestras de especies botánicas y fauna extinguidas. También apresan objetos fabricados por la especie humana.

 

Tengo una profunda curiosidad por el uso histórico de las piedras y las historias que contienen. Un ejemplo de ello es Stonehenge, un monumento megalítico de 93 rocas dispuestas en círculos concéntricos que representa siglos de esfuerzo colectivo. Durante más de 1.500 años, extrajeron y transportaron enormes bloques, como las piedras sarsens del sur de Inglaterra y las bluestones de Gales. Pero me fascina que estudios recientes sugieren que la gran piedra central, la Altar Stone, podría provenir de Escocia, a 700 kilómetros de distancia, lo que añade una nueva dimensión a los vínculos entre antiguas comunidades. Para Roger Callois, son “materia inmóvil de la más larga quietud” y añade, “han estado siempre desde el comienzo del planeta”.

 

Hace más de 15 años que selecciono y guardo en mi estudio piedras encontradas en diversos lugares: canteras, montañas o litorales de playa. Este acto trivial de recolección me impulsa a explorar nuestra inclinación, que podríamos atrevernos a calificar como “homeostática”, de narrar historias. Siempre empieza de la misma forma: voy caminando y observo una roca que parece distinta. Esta piedra que ahora “es” singular, captura toda mi atención y observo detenidamente su forma conglomerada, la combinación acertada de los colores de sus materiales, lo que me incita a recorrer con los dedos el perímetro formal que ha dejado visible la erosión del paso del tiempo. También evaluó a conciencia su peso porque no suelo recoger sólo una roca. Cuando se activa la tentación de llevarla al estudio, puedo cargar con 20 rocas de diversos tamaños y formas. Camino con ellas hasta llegar al coche, a veces, las coloco dentro de la mochila o del carro de la compra, pero también necesito transpórtalas en la cesta corpórea que han tejido mis dos manos entrelazadas. A lo mejor, decidiré más adelante pintarla.

 

Listado de los modos de representación con los que suelo trabajar:

 

1. He utilizado el recurso del trampantojo para representar las colecciones científicas de minerales a partir de un gesto pictórico, rápido y preciso, teniendo en cuenta la interacción del color.

 

2. He tratado de representar su volumetría a través de la gradación de grises que nos habla de los procedimientos de la representación digital y la escala del tiempo.

 

3. Y la última estrategia utilizada se ha centrado en dibujar el perímetro literal de la roca para encerrar los gestos de lo humano y nuestra pulsión para crear patrones.